White Russian & Blue Lines

martes, agosto 19, 2008


Mi tentación de invierno

Piensen en un postre. No en cualquiera ni en el primero que se les venga a la mente. Imaginen el que pedirían cada vez que pudieran hacerlo aparecer con solo desearlo. ¿Se irían por lo clásico y escogerían uno de chocolate? ¿Arriesgarían un poco más y se deleitarían con una creme bruleé? ¿No cambiarían por nada el peruanísimo suspiro a la limeña? O tendrían otras opciones como un tres leches de lúcuma o de chirimoya. Mientras lo deciden, les recomiendo no dejar de probar el postre que sirven en el hotel Sonesta Posada del Inca. Un manjar real.

Clásico de quinua

Ingredientes
01 Bizcocho de vainilla
200 gr. Quinua pop
100 gr. Manjar blanco
100 gr. Fudge
100 gr. Crema pastelera
01 onza Café pasado

Preparación
Partir en cuatro el bizcocho de vainilla.
Bañar los bizcochos con café, untar el manjar blanco y agregar la quinua atómica. Repetir el mismo procedimiento dos veces. Probarlo todas las veces que se desee.

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sábado, agosto 02, 2008


La novia se despide en bus y sus amigas en tutús

Hace una semana y un par de días asistí a mi primera despedida de soltera. Las mejores amigas de universidad de Ana Lía nos pasaron la voz a sus amigas del trabajo. La idea era contratar un bus parrandero para pasear por Miraflores y Barranco. ¿Strippers a bordo? No hizo falta. Las dos horas que duró el paseo la pasamos increíble. Bailamos, jugamos y cumplimos las pruebas que nos puso Blanca, la anfitriona del bus, y por supuesto ¡brindamos! (¡teníamos una auténtica "barra libre"!). Cada prueba bien realizada era recompensada, además, con un lindo obsequio. ¿Qué prueba nos tocó a mí y a Julia? Una muy divertida y osada. Teníamos menos de quince minutos para convencer a un hombre de subir al bus con nosotras y llevarlo con la novia. Allá arriba solo Blanquita conocía la segunda parte de la prueba a la que el valiente debía someterse.

Después de atravesar el parque y el boulevard de Barranco, Julita encontró a un veinteañero que al principio aceptó encantado. Desafortunadamente sus amigos no tardarían en aparecer para sembrarle mil y un dudas sobre el inofensivo bus y sus preciosas pasajeras. "¡Te van a quitar la ropa!" -le repetían-. Entonces el veinteañero puso cara de pánico y nos dijo "Lo siento, no puedo". Pero dicen que nada es imposible cuando más inalcanzable parecen las cosas, así que -casi a punto de rendirnos- animé a Julia para dar una vuelta por los bares frente a la plaza. Entré al Juanito, llegué hasta la última mesa y no encontré a nadie. De regreso y cuando ya las esperanzas estaban casi perdidas encontré en la primera mesa a unos muy guapos y atractivos "chicos" (lo mejor fue que no eran tan "veinteañeros"). Vi a uno sentado, lindo, pero no me convenció. Luego a otro, de pie junto a la entrada del bar, conversando con dos amigos. Como la mayoría del grupo hablaba inglés o francés le pregunté "Hola, ¿hablas español?". "Sí, claro" -me dijo. El atractivo extraño era argentino (aunque las chicas me aseguran que era italiano y yo no voy a contradecirlas) y su nombre era Maximiliano. Así, con Max a bordo y después de cumplir la exigente prueba del biberón tuvimos nuestra mayor recompensa. Vimos a una novia feliz con la elección del apuesto soltero que subió esa noche al bus.

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