White Russian & Blue Lines

martes, mayo 25, 2010


Aros de cebolla para el Mundial

Debo confesar que la voluptuosa cebolla nunca estuvo entre mis alimentos favoritos. Cruda o cocida, siempre quedaban algunas en mis platos de cebiche, escabeche o lomo saltado. Hoy durante el almuerzo hablamos de la cebolla roja arequipeña. Dicen que es más dulce que sus congéneres limeñas. Ya estaba imaginándome cómo sería un plato con cebollas caramelizadas cuando una de nosotras preguntó si nos imaginábamos un sánguche de asado con esas deliciosas cebollas arequipeñas encima. “¡Una delicia!”, coincidimos todas.

Para cuando terminé de almorzar mi inquietud por la cebolla no se había ido, así que busqué en Internet qué beneficios podía traerme si me animaba a consumirla más a menudo. Cuando terminé mis averiguaciones quedé más que sorprendida. Yo diría convencida. Convencida de que es perfecta para prevenir el reumatismo, buenísima para proteger nuestro sistema cardiovascular, eficaz para proteger el sistema urinario y en especial, la próstata. Además, nadie como ella para prevenir la osteoporosis gracias a su alto contenido del flavonoide quercetina, un antioxidante excepcional.

La cebolla también contiene fósforo, que facilita nuestro trabajo intelectual, silicio para mejorar la elasticidad de las arterias, y compuestos que favorecen la fijación del calcio en nuestros huesos. Claro, eso sin contar las vitaminas A, B, C, E y los beneficios en azufre, hierro, yodo, y potasio que posee. ¿Qué más? Dicen que estimula el apetito, nos protege de las afecciones respiratorias, favorece el crecimiento, retrasa la vejez y refuerza nuestras defensas orgánicas, sobre todo frente a agentes infecciosos. Increíble, ¿verdad? He quedado petrificada de asombro antes tantas cualidades y virtudes.

¿Miedo de que el aliento me quede oliendo a cebolla la próxima vez? En absoluto. Bastará con enjuagarme con agua antes de cepillarme los dientes y el temido olor a esta planta se habrá desvanecido. Mi promesa de comer cebolla más seguido empezará con esta receta buenísima de Onion Rings que encontré en Internet. Ya los comí una vez en un restaurante y me encantaron, así que prepararlos en casa será perfecto, más aún si se trata de acompañar una tarde de fin de semana con un partido del Mundial. Les dejo la receta por si se animan a saborear sus propios aros de cebolla en casa. Bon apetit.


Old Fashioned Onion Rings

Ingredientes

• 1 cebolla grande, cortada en 1/4 de pulgada la rodaja
• 1 1/4 taza de harina sin preparar
• 1 cucharadita de polvo de hornear
• 1 cucharadita de sal
• 1 huevo
• 1 taza de leche o lo que se necesite
• 3/4 taza de migajas de pan seco
• sal al gusto
• 1 cuarto de aceite para freír o lo que se necesite


Preparación

1. Calentar el aceite en una freidora a 365 grados F (185 grados C).
2. Separe las rebanadas de cebolla en aros y reserve. En un tazón pequeño mezcle la harina, polvo de hornear y la sal.



3. Sumerja las rodajas de cebolla en la mezcla de harina hasta que estén todas recubiertas; deje a un lado. Bata el huevo y la leche en la mezcla de harina con un tenedor. Sumerja los anillos de harina a la masa para cubrirlos. A continuación coloque sobre una rejilla para escurrir hasta que la masa deje de gotear. La rejilla se puede colocar sobre una hoja de papel de aluminio para facilitar su limpieza. Untar el pan rallado en un plato o un plato poco profundo. Colocar los anillos uno a la vez en las migajas, luego sacar las migas sobre el anillo. El recubrimiento debe hacerse muy bien. Repita con el resto de los anillos.



4. Fría los anillos de unos pocos a la vez por 2 a 3 minutos o hasta que estén dorados. Retire con toallas de papel para escurrir la grasa. Sazonar con sal y servir.

Tiempo de preparación: 15 minutos
Tiempo de cocción: 3 minutos
Listos en: 18 minutos



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viernes, mayo 14, 2010


Cualquier parecido no es pura coincidencia

Observaba el otro día lo agradablemente creativos que están siendo los diseñadores cuando encontré la página de Neiman Marcus. ¿Qué les puedo decir? Un deleite para los sentidos. Después de visitar la sección Designers fui en busca de algunos de mis diseñadores favoritos (Armani, Carolina Herrera, Dolce & Gabbana, Dona Karan, Marc Jacobs, Prada, Vera Wang, Balenciaga, Manolo Blahnik, Jimmy Choo, Christian Louboutin). Cuando terminé sentí curiosidad por ver las tendencias en moda masculina. De todo lo que vi me gustó especialmente lo que ven aquí en imágenes. Más tarde, cuando llegué a casa y vi las fotos de J., recordé sus gustos en colores y prendas de vestir. Entonces sonreí al reconocer por qué me habían gustado tanto las tenidas en esos modelos: las elegí imaginando cómo se verían en él.


John Varvatos

Dolce & Gabbana

Dolce & Gabbana

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martes, mayo 04, 2010


Una sobremesa en pareja

El último domingo lo pasé en el soleado San Bartolo. J. y yo hicimos caso del pronóstico del fin de semana y fuimos a visitar a sus papás a Pachacamac y, al día siguiente, los cuatro nos alistamos para pasar el día en el club de este balneario. Luego de acomodar los bolsos y toallas, J. y su papá se fueron al mar, su mamá aprovechó para tomar sol, y yo me apliqué el bloqueador antes de correr a zambullirme.

Mi costumbre de meter primero un pie, luego el otro, después una pierna, luego la otra, y así hasta llegar a mis muslos y el resto del cuerpo, dejó de parecerme una buena idea después de comprobar que el mar de San Bartolo puede estar en ocasiones tan helado como la salita de estar de un esquimal. A pesar de eso, los cuatro siempre tomamos un baño. Creo que es porque pensamos que no hay mejor tonificador natural que ese.

Es hora de almorzar. Mientras subimos al segundo piso nos encontramos con Sandra y Carlitos, los amigos de los papás de J. Los esposos se apresuran a ordenar los platos de la carta. J. y yo pedimos un lomo saltado, una marmita de arroz con mariscos, y unas provocativas conchitas a la parmesana. Sus papás, otra marmita de arroz con mariscos y un plato de milanesa de pollo con papas y ensalada. El mozo toma presto los pedidos y también los de Sandra y su esposo Carlos. Después de las bebidas y la canchita de rigor, todos esperamos nuestros platos de fondo pero estos tardan en llegar. Mientras esperamos aprovechamos para descubrir por qué a Carlitos le gusta tanto el arroz con leche con maizena, y de paso tratamos de convencerlo de que la popular maizena no es uno de los ingredientes del rico postre limeño: “La maizena es para las mazamorras, Carlitos”. Finalmente llegan nuestros platos, quedamos más que satisfechos, y regresa el tema de nuestros gustos por las comidas, y la especial forma en que las esposas preparan algunas recetas. La mamá de J. nos cuenta su secreto cuando prepara la avena, a la que le echa unas gotitas de algarrobina. Sandra habla de que esta vez su arroz con aceitunas tiene un sabor distinto a la última vez que lo probó. J. y yo los escuchamos y yo me acuerdo de lo mucho que me gusta escuchar a las parejas, la forma en que interactúan, comparten sus recuerdos, hablan de sus hijos, se contradicen con cariño, bromean entre ellos, y mencionan sus cualidades y defectos.

Al terminar la sobremesa y antojados de pedir un postre, preferimos pedir la cuenta. Mientras nos despedimos imagino que si existiese una asignatura llamada Sociología de las parejas, fácilmente me convertiría en la alumna más aplicada.

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