White Russian & Blue Lines

viernes, diciembre 04, 2009


Patagonia

J. y yo adoramos las pastas. El domingo nos levantamos tarde, así que nuestro desayuno fueron unas limonadas y unas crocantes tostadas de finas hierbas untadas con varios tipos de queso crema (el de alcachofas se convirtió en mi favorito, pero mi paladar no pudo con el fuerte sabor del queso azul). También las comimos con una crema de huevo con queso y una pizca de mostaza, que estuvo de chuparse los dedos.

Para la hora del almuerzo no teníamos hambre, así que recién a las cuatro de la tarde salimos en busca de algún restaurante bonito y acogedor. Muertos de hambre, pensamos volver a “Il Buon Mangiare” o a nuestro engreído “Mavery”, pero al final nos decidimos por “Patagonia”, el restaurante de comida ítalo-argentina casera que tiene su local en la tranquila calle Bolívar en Miraflores.

Una vez acomodados en nuestra mesa, Marco se presentó como nuestro anfitrión y nos ofreció la carta. J. se detuvo un buen rato en apreciar la forma cómo había sido diseñada, mientras yo compartía su sensibilidad para notar esos detalles. A menudo nos ocurre, aunque él me supera cuando se trata de analizar un tema. Si yo tengo mil preguntas sobre algo, él tiene dos mil. Solo mi grado de curiosidad podría comparársele.

Quiero contarles un poco más sobre “Patagonia”. Además de llevar funcionando ocho años, los comensales tenemos para escoger entre una maravilla de platos: las mejores pastas caseras (yo me pedí unos gnocchis y J. unos ravioles en salsa a la bolognesa que nos hicieron desear volver casi al día siguiente), al menos unas diez variedades de empanadas, tortillas españolas, milanesas, carnes argentinas, y las más ricas pastas italianas con infinidad de salsas.

El restaurante está dividido en tres áreas principales: un confortable bar lounge en la entrada, un acogedor comedor con varias mesas y sillas, y una terraza al aire libre. También tienen un espacio para pequeños montajes teatrales, recitales de poesía, o presentaciones de libros; y cada una de sus paredes decoradas con cientos de retratos y pinturas de todas las épocas.


Si hablamos de su comida puedo asegurarles que los hará regresar una y otra vez. Los platos vienen en dos presentaciones (personal y grande), y son infaltables en la mesa sus deliciosos aperitivos de papitas enanas, habas cocidas en salsa de perejil, rodajas de zanahorias con clavo de olor, y su espectacular pan tostado al oglio de oliva. Para acompañar las comidas, su carta de vinos y tragos es lo suficientemente variada, aunque el vino de la casa (vino argentino) puede ser una acertada elección. J. y yo hemos prometido regresar para tomarnos una botella entre los dos, pedirnos un postre, y de ahí ensayar los pasos de un tango al mejor estilo de las parejas bonaerenses.



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