White Russian & Blue Lines

martes, mayo 04, 2010


Una sobremesa en pareja

El último domingo lo pasé en el soleado San Bartolo. J. y yo hicimos caso del pronóstico del fin de semana y fuimos a visitar a sus papás a Pachacamac y, al día siguiente, los cuatro nos alistamos para pasar el día en el club de este balneario. Luego de acomodar los bolsos y toallas, J. y su papá se fueron al mar, su mamá aprovechó para tomar sol, y yo me apliqué el bloqueador antes de correr a zambullirme.

Mi costumbre de meter primero un pie, luego el otro, después una pierna, luego la otra, y así hasta llegar a mis muslos y el resto del cuerpo, dejó de parecerme una buena idea después de comprobar que el mar de San Bartolo puede estar en ocasiones tan helado como la salita de estar de un esquimal. A pesar de eso, los cuatro siempre tomamos un baño. Creo que es porque pensamos que no hay mejor tonificador natural que ese.

Es hora de almorzar. Mientras subimos al segundo piso nos encontramos con Sandra y Carlitos, los amigos de los papás de J. Los esposos se apresuran a ordenar los platos de la carta. J. y yo pedimos un lomo saltado, una marmita de arroz con mariscos, y unas provocativas conchitas a la parmesana. Sus papás, otra marmita de arroz con mariscos y un plato de milanesa de pollo con papas y ensalada. El mozo toma presto los pedidos y también los de Sandra y su esposo Carlos. Después de las bebidas y la canchita de rigor, todos esperamos nuestros platos de fondo pero estos tardan en llegar. Mientras esperamos aprovechamos para descubrir por qué a Carlitos le gusta tanto el arroz con leche con maizena, y de paso tratamos de convencerlo de que la popular maizena no es uno de los ingredientes del rico postre limeño: “La maizena es para las mazamorras, Carlitos”. Finalmente llegan nuestros platos, quedamos más que satisfechos, y regresa el tema de nuestros gustos por las comidas, y la especial forma en que las esposas preparan algunas recetas. La mamá de J. nos cuenta su secreto cuando prepara la avena, a la que le echa unas gotitas de algarrobina. Sandra habla de que esta vez su arroz con aceitunas tiene un sabor distinto a la última vez que lo probó. J. y yo los escuchamos y yo me acuerdo de lo mucho que me gusta escuchar a las parejas, la forma en que interactúan, comparten sus recuerdos, hablan de sus hijos, se contradicen con cariño, bromean entre ellos, y mencionan sus cualidades y defectos.

Al terminar la sobremesa y antojados de pedir un postre, preferimos pedir la cuenta. Mientras nos despedimos imagino que si existiese una asignatura llamada Sociología de las parejas, fácilmente me convertiría en la alumna más aplicada.

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