"Optimistus correcaminus. Realistis coyotis" (ACME)
(Accelleratti incredibilis) vs. (Carnivorous Vulgaris)

El otro día leí un comentario sobre el optimismo de Leibniz y su tesis acerca de la armonía universal. Leibniz sostiene que vivimos en el mejor de los mundos posibles. Con su afirmación obtuvo la respuesta de Voltaire en un cuento llamado “Cándido o el optimismo”, donde éste le contestó: “si éste es el mejor de los mundos posibles, ¿cómo serán los otros?”. Voltaire se burlaba de la ingenuidad de Leibniz. Yo me considero una persona optimista, pero no sé si mi grado de optimismo alcance al de Leibniz. Cuando fui al diccionario encontré que ‘optimismo’ tiene dos acepciones. Una, la propensión a ver y juzgar las cosas en su aspecto más favorables. La segunda se refiere a la doctrina filosófica que atribuye al universo la mayor perfección posible. Tal vez Leibniz veía perfecto y armonioso al universo y por eso le cayó encima el reproche de Voltaire, pero… ¿y si nos tomáramos un tiempo solo para contemplar un paisaje bonito? ¿no nos parecería –en ese momento- lo suficientemente armonioso para ser contemplado? En el cómic de arriba, Enriqueta está sentada sobre el gras y parece concentrada en algo. Fellini, su gatito, se le acerca para preguntarle “¿Qué estás mirando”?. Ella le responde “Todo”. Entonces Fellini se echa a su lado y mirando lo mismo dice “Qué lindo”. A lo que la niña contesta “Viste”. Pues, por cada vez que me detuve a contemplar algo y ese algo me hizo sentir bien u optimista, he decidido apoyar a Leibniz y su sabia (o no tan sabia) teoría.