White Russian & Blue Lines

martes, junio 22, 2010


Complicidad a bordo

Esta mañana, en el paradero, todos los buses que esperaba venían llenos. Por fin, el cuarto en llegar tuvo un espacio para mí, mi cartera y mi mochila. Una vez adentro me acomodé lo mejor que pude hasta ser socorrida por un adolescente que cargó mi mochila. Él y la chica que viajaba a su lado se miraban extasiados de vez en cuando. De pie al lado de ellos sentí que la química era evidente. Él le hablaba sonriendo, ella –que viajaba del lado de la ventana- lo escuchaba, pero no lo miraba todo el tiempo. Esa aparente indiferencia se transformaba en devota atención cuando jugaba con su pelo y clavaba sus pupilas en las de él. Cuando me senté frente a sus asientos, las distancias entre ambos se había acortado. Se susurraban secretos al oído, se reían en complicidad, y entonces pensé “¿por qué no se besan?”.

Cuatro paraderos más adelante las señales de agrado continuaban, pero de besos nada. El señor que estaba a mi lado sonreía mientras notaba que el chico quería dar un paso más, pero algo se lo impedía. Con un gesto coqueto, ella jalaba el cordón de la polera de él, pero nada de eso bastaba. Fue entonces que pensé en lo que costaba dar ese paso. ¿Era difícil besarse delante de extraños en ese bus? ¿Era miedo? Tal vez solo no era el mejor momento. Las caricias en el mentón y la mejilla siguieron, pero al cabo de un rato ella prefirió distraerse con el espejo que traía en su cartera. Era un espejo que tenía la forma de la cabeza de un conejo. Cuando terminó de verse, él tomó las orejas del espejo-conejo y las acarició. También se las llevó a sus labios. “Ahí está tu señal”, pensé esta vez. El semáforo estaba en rojo, el bus se había detenido y yo tenía que bajar. La canción que sonaba en ese momento era una de las más conocidas que tiene Foreigner, Waiting for a girl like you.


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